" La Sombra Del Naranco ": El recuerdo de su amor...

sábado, 1 de noviembre de 2008

El recuerdo de su amor...


Ayer cogieron un taxi, un taxi cualquiera en la ciudad de donde era ella; Zaragoza.


Ella era una chica de unios veinte años, él quizás tendría veintisiete. Ella trabajaba de guía turística en su ciudad, cada día contaba a los visitantes la historia de la basílica, de los agujeros en la cúpula de la torre provocados por las bombas, que milagrosamente no estallaron y el cuadro de la imagen de la última cena... Él sin embargo era Polaco, había venido como todos los años, con el Circo Mundial; trabajaba en lo alto de un trapecio, volando de un sitio para otro, ensayando acrobacias arriesgadísimas desafiando las leyes de la gravedad.


Se conocieron en el último pase del último grupo de turistas, y una cámara fotográfica olvidada en el banquito aquel, hizo que ella se fijase en sus ojos azules claros , en su sonrisa blanca y atractiva, no se fijó demasiado en nada más. Después de un largo día juntos con una agradable comida en un restaurante italiano, un paseo por las riberas encantadas del Ebro a su paso por la siempre querida Cesaragusta...


El amor, la pasión y el deseo, surgió como por arte de magia aquella noche, donde la mágia de volar en aquella carpa y la sencillez y claridad de expresar con cariño y acierto los sentimientos que ella sentía por él; desesperación por no separar al día siguiente tan agradable sensación de estar poseída por aquellos ojos y la sonrisa que la cautivó, aunque no se dió cuenta de su soberbia y orgullo masculino que en él se reflejaba. Estaba ciega, ciertamente no se paró a contemplar más allá de su mirada, pero el hecho en sí mismo no tenía nada malo. El amor es libre y el encanto de sentirse enamorada.




Al día siguiente, después de una hermosa noche pasearon un rato por el parque y se amaron, se besaron y dibujaron unos símbolos que significarían el amor que se procesaban. Prometieron tatuarse el brazo con aquellas extrañas estrellas que les acompañarían siempre, como el firmamento a nuestros planetas.




Había sido la última tarde que estuvieron juntos, y al anochecer justo antes de separarse definitivamente, tomaron un taxi, él se bajaría primero en el Hotel Hesperia Zaragoza, y ella continuaría después camino de su hogar. Por el trayecto ella seguía con la misma ilusión que había vivido las últimas horas, disimulaba la pena que sentía por la despedida inminente, aunque todavía tuvo la delicadeza de cruzar unas palabras de amabilidad con el taxista que observaba la escena. Le preguntó por el día al conductor, alabó el confort del auto y la música que le reconfortaba. Recuerdo que hubo una pregunta de cortesía que le hizo el taxista, y cuando estuvo a punto de contestar, él se abalanzó sobre su boca, para no sentirse en segundo plano por un extraño, y así estuvo los dos minutos que restaban de su hotel.




Cuando él se apeó, ella lloraba y me decía que no era justa la vida ni el amor con ella, pero que aceptaba la realidad por cruda que en ése momento le estaba resultando...


Me comentó de su historia, de su próximo tatuaje como prueba del amor que vivió con aquel desconocido que le robó su corazón, por lo menos dos días... Preguntóme si al día siguiente de la noche aquella, que era la de Haloween abrían algun salón de tatoos en la ciudad, pues quería tatuarse cuanto antes.


-Mañana es festivo, es el día de Todos los Santos, es posible en algun centro comercial.


Lo dejaría para otro momento, o para nunca si despertaba de aquel sueño que yo ví desde el principio. Élla no se merecía aquel tipo, a pesar de sus ojos azules claros y sonrisa blanca. Pero eso lo pensaba un taxista extraño y observador.


Ella tendría sus buenos motivos para vivir su hermosa historia de amor, y a nadie tendría que rendirle cuentas.




Al marchar por la avenida pensé: Cada uno con su vida, y sus historias. Y las historias son para vivirlas sin que las juzge nadie ni te las arrebaten...




Me tocó el cláxon un compañero, al observar que estaba como dormido al ponerse bien verde el semáforo; el maldito semáforo.

6 comentarios:

pepito dijo...

Vaya cosas que pasan en el taxi; el taxi que conduzco.
Maldito semáforo. jajajaja.

Susy dijo...

Puede que yo tambien me haga un tatuaje

Urlanda dijo...

Precisamente hoy (barbara coincidencia) me ha dado la loquera de tatuarme una serie de estrellas en el tobillo izquierdo... nada especial, cosas que pasan... es curiosa la coincidencia de la foto de aqui, con la que mire yo.

seo dijo...

wow, so cooool!

Lala_a.secas dijo...

¿porqué lo llaman amor cuando quiere decir sexo? si ella no se tatuó al día siguiente las estrellas, no lo hará jamás, el dolor se calma, pero la tinta queda...

un besico!

lidia dijo...

A veces la pasión es desmedida y una persona en un momento puntual te puede hacer tocar las estrellas, si estás lo suficientemente receptivo.

Un beso, Jose y Susi