" El taxi en las fiestas "

Los taxis empiezan a lucir las banderitas típicas de Aragón en sus antenas, eso indica claramente que nuestra ciudad está en fiestas oficialmente desde ayer por la tarde, tras el anuncio del pregonero, éste año José Antonio Labordeta se encargó de ello.

Zaragoza más que nunca vibra de nuevo en medio del bullicio de las gentes que llegan sin parar de todos los lugares del mundo. Es la fiesta de la Hispanidad y de su patrona La Virgen del Pilar.

Llevo dos noches de "refuerzo del Pilar" de 22.00 h. a 08.00 h. trabajando sin parar, todo lo que puede dar un taximetro sin descansar, excepto cuando paro por necesidad propia. Es un caos total y para eso hay que estar preparados. Hace años me saturaba y a las cuatro horas de trabajo, me iba cabreado y agobiado por la clase de gente borracha y poco civilizada. Hoy ya no me ocurre igual, la situación está analizada y debo soportar el tirón.

Hay que torear por necesidad y no por amor al arte. Normalmente la gente te enseña lugares nuevos o que visitas de vez en cuando. Dialogas con personas y no con borregos como algunos en ésta época. Éstos dias de las fiestas sólo vas alquilado al recinto de Interpeñas o quizás al recinto ferial (digo quizás porque yo no he ido ni una sola vez...) No te aporta nadie nada profesionalmente hablando. Yo le llamo "MEOMIA":Ir siempre al mismo sitio con los mismos borrachos y de nuevo al centro a por más "ganado".

Lo malo del caso no es que las personas vayan gritando y cantando, lo peor es cuando tienes que soportar las malas formas en tu propia persona. Entonces el estrés se va acumulando por momentos.

Ayer pasé muy mal rato y pensé que el corazón me iba a estallar de puro estrés; os cuento:

En medio de la multitud controlada se subió una señora en el taxi y me dijo: "Por favor llévame a la Plaza de Santa Cruz", (ésta plaza está ubicada en pleno centro histórico, conocida por los zaragozanos por la venta de cuadros en plena calle los domingos por la mañana...)
Después de desviarme por varias calles cortadas para el disfrute y paseo de la gente me planté a dos metros de la plaza peatonal y allí me abonó el trayecto mi clienta.

Lo peor estaba a punto de llegar... al final de la calle Espoz y Mina, en el cruce de Alfonso I, estaba tomada y abarrotada de gente, sería incapaz de decir un número, eran multitud. Imposible parar. Miré al retrovisor y me dí cuenta que tenía una furgoneta enorme pegada a mi trasera. Tragué saliva y me entró pánico. Pero aguanté.

El taxi rodeado de gente por los cuatro costados, con el verde apagado y los seguros en las puertas accionados... la gente casi no se apartaba, me hacía fotos, bailando junto a mi ventana me ofrecían bebida y hasta una chica me dijo:
-Baja del coche guapo. Debí poner cara de cadaver tras el piropo amargo. Y pasé todo el miedo del mundo. Alguien empezó a voltear mi coche y en ese momento si hubiese acelerado, hoy habría salido en las portadas de la prensa...

Pero me contuve y poco a poco salí de aquella situación de agobio... después me bajé y examiné la carrocería: Intacta, gracias a Dios.

la gente se comportó bien, genial en general.

A tope de verdad. Estamos en fiestas.

Mientras en casa, duermen mis princesas... ajenas a todos estos riesgos cardiovasculares de papá.