" La Sombra Del Naranco ": Las Momias de Teverga

martes, 6 de septiembre de 2011

Las Momias de Teverga

Hace unos días tuvimos el placer de visitar en Teverga (Asturias), la colegiata de San Pedro y contemplar las momias que se encuentran en el interior.
A modo de recuerdo personal os dejo esta fotografía propia y un vídeo de la red con algo de información...

Merece la pena ir, indudablemente.



En el museo de la Colegiata de Teverga (Asturias) residen dos inusuales inquilinos: dos cuerpos momificados. La leyenda cuenta que estos restos pertenecen a dos nobles muy poderosos y crueles que fueron supuestamente maldecidos. La condena de sus almas prosigue en la actualidad, al igual que su misteriosa historia.

La momia de don Lope de Miranda muestra en el cuello un amplio corte que nada tiene que ver con su muerte, a pesar de que al principio se pensó que podría haber sido asesinado. Hoy se guarda su cuerpo momificado en el museo de la Colegiata de Teverga.Hay lugares en nuestro planeta que ocultan secretos herméticos que rara vez son mostrados a la población. En el concejo de Teverga (Principado de Asturias) existe un claro ejemplo que muestra el rostro más duro, real y trascendental de la muerte. En el pequeño poblado de La Plaza, capital del concejo, ubicado entre los valles altos de la cordillera Cantábrica y delimitando por las zonas bajas de Grado y Trubia, nos encontramos con la antigua Colegiata de San Pedro, considerado el templo románico más antiguo de la provincia. Allí se guardan, junto a otros tesoros de gran valor histórico, dos cuerpos casi incorruptos conocidos como “las momias de Teverga”. Pero, pese al misterio que les rodea, poco o casi nada se habla de su historia.


El origen de la leyenda
La Colegiata, el edificio religioso que alberga estos dos cadáveres momificados, terminó de construirse por completo en torno al siglo XII. Las obras se iniciaron en el período comprendido entre los años 1069 y 1075, y posteriormente se convirtió en uno de los primeros monasterios de la zona, utilizado por la orden benedictina. En los siglos XVII y XVIII fueron adosados al edificio el pequeño claustro, la torre cuadrada y la casa rectoral, lo que le proporcionó un aspecto muy parecido al que luce hoy. La planta actual se encuentra dividida en tres naves. Una de ellas corresponde a la iglesia, que debe atravesarse para visitar el modesto museo en el que descansan las momias. Se trata de los cuerpos de un padre y de su hijo que se mantienen en dos ataúdes con tapa de vidrio, uno sobre el otro, cuyas vidas fueron ejemplo de perversión, intolerancia, abuso de poder y crueldad. Por eso, a diferencia de lo que ocurre con otros restos incorruptos, no descansan en el lugar sagrado para ser venerados. Y es que, para muchos de los habitantes de la zona, el motivo real y secreto por el que se encuentran allí es para ser repudiados, ya que se considera que están malditos. Los cuerpos incorruptos pertenecen al Marqués de Valdecarzana y a su hijo.

Existe mucha controversia y alguna que otra inexactitud sobre su historia, el traslado de los cuerpos tras su muerte, los supuestos enterramientos y los embalsamamientos que nunca se llegaron a realizar. Incluso los vecinos de La Plaza se preguntan si su proceso de momificación tiene un origen sobrenatural. María Belén Fernández Álvarez vivió su infancia en el pueblo de San Miguel, cercano al lugar donde se exponen los cadáveres. Actualmente, por motivos laborales desarrolla su vida cotidiana en otro lugar de Asturias, pero acude con regularidad a la villa para visitar a sus familiares. Recuerda claramente la historia sobre los “marqueses” que le relataba su tía Asunción Martínez García: “Los hombres que yacen en la Colegiata fueron muy crueles. El marqués ejercía su poder sin contemplación sobre las gentes de estos pueblos. Cuando una mujer iba a contraer matrimonio, el noble la buscaba y abusaba sexualmente de ella. Si pertenecía a alguna familia pudiente, esta podía librarse de pagar determinados impuestos”.

La dominación sexual antes de contraer matrimonio era un abuso de poder del noble terrateniente comúnmente conocido como “derecho de pernada”. Era considerado un privilegio feudal sobre todas las doncellas siervas, e interpretado como un ritual simbólico, lo que denota la baja estima con la que eran tratadas las mujeres en aquellos tiempos. Pero estas no eran las únicas vejaciones a las que estaba sometida la población del concejo de Teverga. Según el etnógrafo y escritor Alberto Álvarez Peña, experto en mitología, costumbres y leyendas asturianas, el derecho sexual era uno más de los que disfrutaban los llamados “señores de horca y cuchillo”. “Era un acto común entre nobles en la Edad Media –explica–, y se daban muchos casos en la parte suroccidental de Asturias. Precisamente la familia Miranda-Valdecarzana logró extender su domino territorial considerablemente por Grado, Salas, Pravia, Muros, La Mata, etc.”. Desde el siglo XVI al XVIII la expansión de la estirpe Valdecarzana fue creciendo portentosamente. A mediados del siglo XVIII, según estudios de la Universidad de Oviedo y del catastro de Ensenada, eran considerados los mayores poseedores de vasallos y cotos jurisdiccionales de Asturias. Se les conocía bajo el nombre de “señores de horca y cuchillo” y podían exigir diezmos y primicias sin tener que dar explicaciones al rey, por lo que aplicaban su código de conducta castigando acorde a sus criterios. Todos esos privilegios y tierras los lograban a través de matrimonios concertados estratégicamente entre familiares o amistades poderosas. En el caso que nos ocupa llevaban realizando esta práctica desde que el primer Lope de Miranda se desposó con la poderosa doña Urraca de Ron a principios del siglo XVI. Curiosamente, su manto bordado en oro se exhibe junto a los sepulcros en la misma Colegiata de San Pedro.

La Red


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