miércoles, 10 de diciembre de 2008
El milagro en la autovía A23 (Un sueño ficticio)
Ayer por la noche, un señor con aspecto impecable, una cara sonriente, casi familiar me paró en la Avenida de Los Pirineos, de la mano llevaba dos niños de unos cuatro años, bien vestiditos y ordenados. Se asomó sin entrar en el taxi y me preguntó:
-¿Podrías llevar a mis hijos a Zuera?. Por un instante dudé si tendría que negarme ante tanta responsabilidad, si sería más inteligente decirle que no, pero no suelo negarme si no es por alguna causa justificada.
Zuera está a 25 Kms. y tampoco suponía demasiado riesgo, así que le conteste afirmativamente, asintiendo con la cabeza.
-Mi señora estará esperando en la puerta del Hotel "Las Galias" y ya le dije que iban en taxi hacia allá.
-De acuerdo, vamos chicos.
Llovía intensamente, seguramente más allá de Zuera estaría helada la carretera, en dirección a Huesca (pensé yo), pero no tiene que haber problemas. Además el padre de las criaturas ya había pagado el importe.
La densa niebla hacía que se humedeciese el parabrisas, hasta se producían gotas de agua que se limpiaban automáticamente mientras avanzábamos a toda velocidad...
Para entretener a los niños que no dejaban de mirarme, les pregunté por el cole y sus "profes".
A lo lejos observé las luces de una ambulancia que no paraba de lanzar destellos en la oscuridad, más adelante pude comprobar que se trataba de un accidente. Acababa de ocurrir; un turismo salió despedido hacia la cuneta, víctima del aquaplaning...
La carretera estaba cortada, y yo empecé a ponerme nervioso por el tiempo de espera que eso supondría a mis pequeños clientes...
Al acercarnos pudímos ver entre luces de ambulancias y de bomberos que en ése mismo instante, estaban sacando a una mujer entre los amasijos de hierros y cristales de un BMW. Se escuchaba gritar a la pobre señora que al parecer estaba sufriendo un ataque de nerviosísmo y angustia.
Creí morirme cuando uno de los niños identificó el coche y a aquella señora que desesperadamente buscaba a alguien...
-¡¡¡Es mamá, es mamá!!! gritaron los niños, haciendo claras muestras de querer bajar del taxi.
En medio de la confusión y el miedo que sentí cuando los pequeños corrían a los brazos de su madre, bajé del taxi intentando que las cosas coordinasen de una vez.
Les expliqué mi situación, intenté que me creyesen que el padre paró el taxi y me indicó el destino. La madre todavía llorando, chorreando de agua y dolor, abrazando a los pequeños y sin hablar mostraba los restos de las sillitas de niños en el asfalto.
Sus pequeños viajaban con ella; su marido había fallecido hacía dos años en accidente de tráfico y esa noche regresó para proteger a sus hijos. Se había producido un milagro. Dios había enviado un angel para salvar sus vidas.
Cuando acabó toda esta historia, al subir al taxi, encontré una carta abierta en el asiento del copiloto que decía:
Gracias, por haber formado parte de éste milagro. Recuerda: SÉ PRUDENTE, por tí y por los tuyos.
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6 comentarios:
Todo lo narrado, y su parecido con la realidad puede ser casualidad....
Es tan tentador pensar que los que se han ido no se han ido del todo...
Es una historia muy bonita, gracias
Solo puedo decirte que me emocionas. Siempre. Siempre.
Un abrazo grande
Lara tiene alas
Me alegro que te guste Esther, es un poco rara.
He pensado varia veces el quitarla, porque lo mío es contar las cosas reales.
Besotes.
Lara, gracias. Muchas gracias por tu simpatía.
Pienso que escribes tan bonitos tus post, que me siento incapaz de contestar a tanta belleza escrita...
Muchos abrazos.
Al principio no me cuadraban las cosas, porque se supone que los niños viajaban con su madre, pero luego le dí un par de vueltas y me parece que es mucho más curioso de esta forma. Porque al ser "un milagro" dejas abiertas más posibilidades.
Ah, y gracias por añadir mi blog de humor ;D a tu lista. Era un proyectillo que quería hacer... desde siempre. En plan recopilatorio, sin más pretensiónes.
Un abrazo muy fuerte!!
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