lunes, 12 de abril de 2010
El taxi y la sopica de la abuela Blasa
Érase una vez una viejecita que cuidaba a su hermano soltero, y todos los días le llevaba la comidita en un recipiente de aluminio, herméticamente cerrado. Utilizaba taxis para desplazarse del barrio de La Jota, al barrio Oliver. Se gastaba más dinero en taxis que en la propia comida. Ya era una clienta habitual entre nosotros los taxistas.
Un buen día, entró a mi taxi con un recipiente más grande de lo habitual, lo llevaba en vuelto en un trapo con mucho cuidado y esmero.
Cuando la ví entrar me produjo alegría, por su trato familiar y sobre todo por la buena carrera que me esperaba...
Comenzamos el trayecto y al poco tiempo un aroma de sabrosa comida envolvió el taxi y mis fosas nasales. Le comenté:
-¿Lleva comida ahí, verdad?
-Sí, hijo mío. Le llevo la sopica caliente a mi hermanico, que el pobrecico está malico con fiebre y tos.
-Cuide no vaya a derramarse la sopica, señora.
-Hijo mío, que ya me conoces que no mancho nada, que la llevo encimica de mis piernas.
-Ya lo sé que ya la he llevado otras veces, vamos si se mancha algo lo limpio y vale.
Anduvimos un buen rato hablando de su hermano soltero, su situación de pena. Lo machote que fué durante su juventud y su soltería. Sin embargo, hoy era su hermana la que le llevaba la sopa caliente en un taxi, para dar calor a su declive y deterioro físico... ley de vida.
Cuando ya estábamos cerca, tras un misterioso paréntesis de silencio, con el olor más fuerte a sopica que nunca, yo ya me encontraba como drogado y harto de aquel sabor a caldo de gallina nasal...
De repente, casi con la voz temblorosa, me dijo:
-Hijo mío, no te me enfades...
-No señora no me enfado. ¿Que pasa?
-Se me ha caído la sopica por el "taxis"
-¡Buah, señora Buah!
Al volver la cabeza hacia atrás pude contemplar, como se había derramado la caliente sopa y estaba totalmente absorbida en la tapicería del taxi. Tan sólo mi vista casi nublada por aquel sopor a sopa, divisó todos los fideos flotando por el asiento.
No supe si reir o llorar, lo cierto es que ni una cosa ni la otra hice. Seguramente alcancé un pico máximo en mi tensión arterial...
La señora me dió una propinica para el aspirador de la Cooperativa de Taxis y poder succionar los fideos y algo de caldo de gallina. Luego una buena celulosa Scotex para terminar de chupar el mejunje...
¿Que habría sido de aquel pobre señor soltero y desamparado con tos y sin buena sopa que calentar su pena?
P.D. (Por Dios)
-Los taxis deberían estar preparados con algun dispositivo para transporte de sopa caliente...
Digo yo, jolín.
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